El Gordo
Parece mentira que en una época como la Navidad, cuando se supone que tenemos que ser todos buenos y felices, empiece con algo que despierta nuestros más bajos instintos: la lotería. Sí, sí, no pongan esa cara.
Seguro que todos ustedes llevan lotería. Y, ¿por qué la compran?. Sean sinceros, ¿por ilusión?. No, por ilusión se compra un decimito. Los demás se compran por envidia. Por que no soportarían que les tocasen a los de su barrio y a ustedes no.
Miren ustedes, yo cuando compré el primero me dije: «Mira, a ver si salimos de pobres, si me toca lo repartiré con la familia, le daré un millón a mi hermana, le compraré el coche a mi cuñado, a Mariví un reloj de oro, y a mi suegra unos guantes.
Por fin llega el día del sorteo y por supuesto no te toca. Y encima tienes que aguantar las imágenes de la tele, que a los diez minutos te sacan a unos tíos en la puerta de un bar cogiéndose del cuello y saltando: !Oeee! !Oeeeee! !Oeeeeee!. De repente te fijas: “!Coño, si es Rebolledo!. Ha tocado en su barrio y el tío no me ofreció. ¿Será desgraciado?, hace falta ser mala persona”.
Pero lo que ya no puedo soportar es cuando sacan a uno que le han tocado cincuenta millones, que está como si nada:
– ¿Y usted qué va a hacer con el dinero?
– Yo nada, tapar agujeros….
!Tapar agujeros! ¿Pero qué agujeros tendrá ese tío?. Apagas la tele y te bajas al bar y nada más entrar te sueltan:
– No nos ha tocado nada, pero lo importante es que haya salud.
!Pero eso faltaba!. Que encima de que no me toca la lotería me atropelle un camión. ¿Será posible?.
En fin, queridos, que más que desear que nos toque la lotería, lo que hay que desear es que no le toque a nadie cercano.
Fuente: El Club de la Comedia